Sobre geografías horizontales: derroteros y guías de navegantes en las costas del Sur del mundo

Azul

Desde una embarcación, la costa se ve como un horizonte irregular entre medio del cielo y el mar. Para poder orientarse, además de mapas y cartas, los navegantes usaban derroteros: un conjunto de indicaciones sobre la ruta marítima, producto del testimonio de muchos navegantes y lo aprendido en sus viajes. Siglos antes de ellos, los habitantes de las tierras más australes del mundo ya grababan su propia experiencia sobre el territorio marítimo, esa que plasmaron a través de su lenguaje, mitos, leyendas o incluso la toponimia.

[Pablo Quercia M. Apuntes de derroteros. (Grafito sobre papel) Der: Canal Murray Izq: Paso Timbales, Tierra del Fuego.]

Y al otro lado
Qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo

Vicente Huidobro, Monumento al Mar

En aquella lejana época en que los griegos creaban las ideas que luego serían las bases de la cultura occidental, el bibliotecario jefe de la biblioteca de Alejandría, Eratóstenes, sintetizó en un mapamundi las fronteras de su mundo conocido. Ese mundo era más definido a lo largo de las costas de África, Asia y Europa, mientras que su precisión iba disminuyendo a mayor distancia del borde del Mar Mediterráneo. Varios siglos más tarde, cuando desde Europa salieron los exploradores a recorrer las costas más allá del Océano Atlántico, la noción del mar y del espacio se fue extendiendo y abriendo lentamente, a medida que los aventureros navegaban y cruzaban mares hasta entonces inimaginados ¿Con qué referencias se orientaban en costas totalmente desconocidas?

El polo Antártico no es tan estrellado como el Ártico. Se ven muchas pequeñas estrellas agrupadas, las cuales tienen la apariencia de dos nubes separadas a no mucha distancia, y son de alguna manera apagadas; en medio de ellas hay dos estrellas grandes y no muy luminosas que se mueven sólo ligeramente: esas dos estrellas son el Polo Antártico. Nuestra piedra imán [brújula], aunque se movía aquí y allá, siempre apuntaba hacia nuestro propio polo ártico [Norte], aunque no tenía mucha fuerza en este lado. Cuando estábamos en alta mar, el capitán general preguntó a los pilotos: ‘¿estamos todavía navegando en el curso que establecimos en los mapas?’ todos respondieron ‘por el curso exactamente establecido’. Él les contestó que estaban apuntando erróneamente, lo cual era cierto, y que sería apropiado ajustar la brújula, ya que no tenía tanta fuerza. Cuando estábamos en medio del mar, vimos una cruz con cinco estrellas extremadamente brillantes dirigidas hacia el oeste, exactamente colocadas una en relación con la otra.1

Estas palabras, escritas por Antonio Pigafetta, cronista del viaje que hizo Hernando de Magallanes por las costas de la Patagonia y que lo llevó a descubrir el paso al Océano Pacífico2 en 1520, se encuentra también la primera descripción escrita de las Nebulosas de Magallanes y la Cruz del Sur, constelaciones características de nuestro hemisferio. Durante este complejo viaje sin precedentes y en el que se sucedieron varios motines, desapariciones y tragedias3, las crónicas de Pigafetta dejaron no sólo registros del trayecto, sino también algunas indicaciones para poder guiar a los futuros navegantes:

Llegando a los cincuenta y dos grados hacia el Polo Antártico, descubrimos milagrosamente un estrecho en el día de las once mil vírgenes, y cuyo cabo llamamos de las Once Mil Vírgenes. Ese estrecho tiene 110 leguas o 440 millas de largo, y tiene un ancho de aproximadamente media legua, y lleva a otro mar llamado el Mar Pacífico, y está rodeado por montañas muy altas cargadas de nieve.4

[Imagen 1: El primer mapa del estrecho de Magallanes, 1520. Fuente: https://www.wdl.org/es/item/3972/]
Estas primeras referencias fueron tan importantes, que a partir de éstas se dibujó el primer mapa del Estrecho de Magallanes (imagen 1); una representación donde éste apunta al Sur, con el Océano Atlántico al lado izquierdo (llamado Mar Océano) y el Océano Pacífico (Mar Pacífico) al lado derecho. El Estrecho de Magallanes tiene el nombre de Streto Patagonico, y se leen algunas otras denominaciones que permanecen hasta el día de hoy: Cabo Vírgenes y Puerto de San Julián. La Región Patagónica está indicada en toda el área entre el Cabo de Santa María (que indica la entrada al Río de la Plata) y el Estrecho.

Como vemos, este mapa es simplemente una idea de referencia, que mezcla imaginación y relatos de viaje. De hecho, los primeros mapas de las costas de América no eran lo suficientemente precisos para guiar a los barcos, y su fin tenía más que ver con servir a los administradores de las colonias, y ser objetos de lujo para las cortes europeas. Los marineros, en cambio, debían complementar esta precaria cartografía con libros de navegación, también llamados libros de ruta o derroteros: crónicas, relatos o impresiones de otros navegantes, con los que ir abriéndose paso en la inmensidad del mar.

Los derroteros del Estrecho de Magallanes: trayectos y reconocimientos

Poniéndonos en el lugar de un capitán de barco en el siglo XVI, sólo con algunos rudimentos tecnológicos como brújulas y astrolabios, debe haber sido muy complejo orientarse en costas desconocidas. Además, en ese tiempo los viajes interoceánicos fueron realizados en las peores condiciones de salud e higiene posible, con los contenedores de agua fresca propensos a ser contaminados con agua de mar y normalmente sin frutas y verduras para comer, lo cual aumentaba las probabilidades de sufrir escorbuto y no sobrevivir. Cualquier ayuda adicional a la navegación podía ser vital para el éxito del viaje, y por eso las narraciones y los dibujos de costa fueron tan importantes como los mapas dibujados.

Los derroteros de viaje describen lo que los mapas no pueden mostrar, estimulando la imaginación de los que no estamos en altamar, pero lo imaginamos a través del tiempo y la distancia. La referencia de esta costa es horizontal, desde el barco y desde los tripulantes, y hace pensar en un interminable mar pacífico o líneas de montañas o tierras llanas, costas rocosas o arenosas, fáciles o complejas, peligrosas, exuberantes, desafiantes, que se perfilan entre infinitas variaciones del color del mar y vientos que arrastran nubes de todas las formas por el cielo. La perspectiva es subjetiva, personal y a veces emocional, mostrando a la embarcación sometida al paisaje y las fuerzas de la naturaleza como se aprecia en esta vista del Monte Sarmiento (al sur de la Tierra del Fuego) desde las aguas del Estrecho:

[Imagen 2: Monte Sarmiento en Tierra del Fuego, Thomas Landseer, 1839]
Los derroteros de las costas del sur del mundo fueron utilizados hasta muy entrado el siglo XIX o más. Esta vista es uno de los muchos dibujos que están presentes en la narrativa de los viajes de exploración hechos por los barcos británicos Adventure y Beagle entre los años 1826 y 1836, donde se describieron gran parte de las costas de Sudamérica. Acá un extracto de la descripción del Estrecho de Magallanes por Philip Parker King:

…La parte oeste (del Estrecho de Magallanes) se extiende desde el Cabo Froward hasta el Cabo Pilar, en dirección cercana de Sureste a Noroeste. Esta parte es muy difícil de navegar considerando su estrechez, con un ancho variando entre 5 y 25 millas, y también por la razón de sus numerosos acantilados e islotes con los cuales las costas, especialmente en el lado norte, están alineadas. A estos inconvenientes se deben agregar los vendavales del Noroeste, los cuales barren con una fuerza increíble a lo largo del canal del estrecho. Las montañas, a cada lado, no son tan altas como a lo largo de la parte central, y rara vez alcanzan la línea de nieves; pero sus enormes masas se acercan tanto a la costa que en muchos lugares es difícil de encontrar una línea de tierra donde poder recalar con un bote. Sin embargo, abundan las cuencas cercadas por tierra que ofrecen puertos seguros. Las montañas, que consisten mayormente de granito y diorita, están apiladas irregularmente, muchas de ellas están cubiertas con árboles atrofiados por dos tercios de su altura…5

Estas guías fueron escritas por los británicos y no por españoles, ya que mientras las colonias americanas se fueron independizando del imperio español y se abrieron nuevas rutas de comercio para barcos extranjeros6, más cartas y más rutas fueron necesarios. Algunos de los topónimos, o nombres de lugares, permanecen después de esos trabajos de mapeo: Canal Beagle, Monte Darwin, Seno Almiratazgo, entre otros.

El joven Charles Darwin se embarcó en la segunda expedición del Beagle en 1831, y pasó cinco años recorriendo las costas del mundo, en particular las de Chile y Sudamérica. Su trabajo de recolección de especies de flora y fauna realizado en este viaje, además de sus numerosas observaciones de todo tipo, armaron la base de su trabajo científico posterior y que lo llevaría algunas décadas más tarde a escribir la teoría de la evolución de las especies por su selección natural. Tanto los derroteros escritos por los capitanes del Beagle y el Adventure, Parker King, Robert Fitz-Roy, William G. Skyring y Pringle Stokes — este último fallecido y enterrado a orillas del Estrecho- así como las observaciones de la naturaleza de Darwin se publicaron luego en tres volúmenes en 1839, defiendo por mucho tiempo el conocimiento y el imaginario que se tenía sobre estas costas.

[Imagen 3: Derroteros dibujados de Puerto del Hambre (Estrecho de Magallanes) y las montañas cerca del Seno Almirantazgo, seguramente la sierra Dientes del Dragón. De la Narrativa del Adventure y el Beagle, 1839]
[Imagen 4: Réplica de la cruz del Comandante Pringles Stokes, ubicada en su tumba, camino a Fuerte Bulnes (Cruz original ubicada en el Museo Salesiano Maggiorino Borgatello): «En memoria del Comandante Pringles Stokes, HMS Beagle, quien falleció por los efectos de las angustias y rudezas del viaje durante el estudio de la costa occidental de Tierra del Fuego»]

El Cabo de Hornos, un maritorio vivo

En el Estrecho de Magallanes se encuentra la última parte del sur austral del continente americano, llamada Península de Brunswick. Pero más allá del sur de América se encuentran las innumerables islas y archipiélagos que terminan en el último paso austral, el Cabo de Hornos, encuentro de los océanos Pacífico, Atlántico y Austral: los últimos enclaves de tierra que saludan el paso del viento y sus nubes viajeras.

El Cabo de Hornos fue durante muchos años el paso obligado para los miles de grandes barcos veleros que circunnavegaban el planeta cargando toneladas de granos de trigo desde Australia, salitre o guano desde Perú y Chile, y carbón desde Gales, en viajes que duraban, en promedio, tres meses. Los barcos y marineros que pasaban por esa esquina eran llamados Cape Horners, distinción honrosa por haberse internado por el viento y el mar huracanados que avanzan sin interrupciones por el océano austral. El año 1949, dos barcos de velas cuadradas, el Pamir y el Passat, cargando nueve mil toneladas de trigo desde Australia hasta Inglaterra, fueron los últimos cargueros comerciales en cruzar por el Cabo de Hornos, cerrando una actividad que estaba ya en franco declive luego de la depresión económica de la década de 1920 y la segunda Guerra Mundial, y por existir la bastante menos peligrosa alternativa del Canal de Panamá 7.

Pero a pesar de los miles de viajes que realizaron estos grandes barcos, los habitantes que vivieron y navegaron en esas costas del sur tienen historias muy distintas de aquellos que sólo las transitaron. Mientras las líneas del viaje de los derroteros tienen un fin práctico, para orientarse entre las aguas, las historias de los pueblos ancestrales que ocuparon estas latitudes se entrelazan con toda una forma de vivir en el maritorio, ese territorio que se despliega a través del mar.

Los yaganes, también llamados yámanas, son un pueblo de navegantes que habitaron por miles de años en las islas del archipiélago del Cabo de Hornos y la Isla Navarino; durante siglos, ellos han recorrido el mar austral poniendo nombres y significados a esas costas y sus derroteros orales se resisten a desaparecer, afirmándose aún al territorio: Ona que significa Norte, Tierra del Fuego, que es el Ona-Sin, y el Canal Beagle que es el Ona-Shaga8.

No hubo nadie, y quizás nunca habrá, que haya navegado tanto por estas costas como los yaganes. Su mundo estaba lleno de significados en esta geografía de aguas heladas, mareas peligrosas y animales marinos. Por ejemplo, en la colección de narrativas recolectadas por el misionero Martín Gusinde sobre los mitos y leyendas yaganes, se encuentra esta historia sobre una mujer que navega con su hijo por los canales, que no le teme a los monstruos marinos y que abandona a su marido para quedarse con su amor. En partes de este relato, se describe su relación con los seres marinos y sus ancestros:

El Grampus*
Desde hacía algún tiempo Ašóulaxipa ya no amaba a su esposo; se había cansado de él. En cambio le gustaba salir sola en el océano en su canoa, donde pasaba largo tiempo pescando. Ella siempre llevaba a su hijo menor junto con ella, dejando al hijo mayor en la cabaña con su padre.
Cada vez que se acercaba a un lakúma**, la astuta mujer le decía desde su canoa: «Oh, qué lindo; ¡allí veo a mi querido abuelo otra vez!». Entonces el lakúma la dejaba sin molestarla y no le hacía ningún daño. Ella seguía remando y cuando se encontraba con otro lakúma, también le llamaba, en tono amistoso: «¡Oh, qué lindo; ¡allí vuelvo a ver a mi abuelo!» De esta manera, éste también dejaba que la mujer continuara navegando sin hacerle ningún daño. Así es como Ašóulaxipa se salvó todo el tiempo. Pero muchas otras mujeres fueron arrastradas por el lakúma en sus canoas y tiradas hacia el fondo del mar.
*Grampus griseus es el nombre científico del calderón gris o delfín de Risso, una especie de cetáceo parecido al delfín.
** Lakúma es considerado un monstruo marino que pone en peligro las canoas y arrastra a sus tripulantes al mar.9

Los relatos yaganes están impregnados por esa geografía que para ellos es conocida como la historia de sus antepasados. Otra historia habla de un poderoso lobo marino extremadamente salvaje y peligroso que botaba a los marineros de sus canoas y los comía en la playa. El pequeño picaflor Omora lo descubrió, se lo comunicó a su gente en el campamento, y fue a enfrentarlo. Con una honda disparó a los ojos del lobo marino, hasta que cayó y pudo dispararle con una flecha directa a su corazón. El lobo murió y se convirtió en la roca que se encuentra en Wéakuf, cerca del río Douglas en la isla Navarino10.

Omora el picaflor es el héroe de los yaganes, ágil, certero y astuto, educador de su pueblo y también el creador de esta geografía de islas y canales:

Con su honda, primero cortó una gran piedra hacia el sur. Cuando bajó, se abrió el Canal Molinare y la Isla Navarino se separó de la Isla Hoste. Luego arrojó una piedra hacia el oeste y esto abrió el brazo noroeste del Canal de Beagle. Disparó otra piedra un poco al sur de éste y se abrió el brazo del sudoeste. Al arrojar una gran piedra hacia el este, se abrió la larga mitad oriental del Beagle. Arrojó aún más piedras de su honda en todas direcciones y donde estas piedras aterrizaron se formaron nuevos canales de agua. Así es como se originaron los numerosos cursos de agua y canales, y las muchas islas.11

También Omora mató a dos hombres malos en la localidad de Lašawáia, los que se convirtieron en la roca Watauineiwábei, “los dos viejos”, conocidos por todos los que pasaban por allí.

Los yaganes vivieron en esas islas y canales hasta que fueron diezmados rápidamente por la invasión de chilenos y europeos que llevaron enfermedades, miseria y muerte. Omora, el veloz e inteligente picaflor, todavía está en el archipiélago del Cabo de Hornos cuidando los espíritus yaganes, y a los descendientes que aún habitan estas tierras.

Los derroteros y los relatos hablados son los testimonios que nos quedan de los humanos que han llegado y partido en medio de ese viento feroz que mueve las personas, los barcos y también las pequeñas canoas de la Patagonia. También queda el viento y las estrellas del sur, que van más allá de nosotros y relucen en un manto infinito12, indiferente a nuestras pasiones e historias humanas.

[Imagen 5: Naufragio del vapor cordillera en el Sector de Cabo San Isidro, Estrecho de Magallanes. Cortesía de Catalina Velasco]
  1. A. Pigafetta, El Primer Viaje alrededor del mundo (1519- 1522), Edited by Theodore J. Cachey (2007), p. 44. Traducido por AMS.
  2. Hoy llamado Estrecho de Magallanes
  3. Hoy se sabe que de ese viaje sólo regresó al puerto una nave de las cinco que partieron, y apenas 21 tripulantes de los 239.
  4. A. Pigafetta, Op Cit., p. 34.
  5. P. Parker King, Memoir of the North and South Atlantic Ocean, containing sailing directions for navigating the coasts (1847) p. 334
  6. Cita textual: “Las mejores cartas de navegación de las costas Sudamericanas, que han sido hechas por España, han sido muy inadecuadas para las necesidades de un rápido aumento de relaciones económicas, donde Francia e Inglaterra emprendieron la exploración y mapeo de esas costas para el beneficio del mundo. Los franceses examinaron las costas de Brasil; los ingleses las de Patagonia, Tierra del Fuego, Chile y Perú. En 1825, el Adventure de 330 toneladas y el Beagle de 235, fueron encomendadas a esta misión. El Capitán Philip P. King fue designado para el primero y para la conducción de la expedición. El Capitán Pringle Stokes comandó el segundo. Salieron desde Inglaterra en mayo de 1826” (P. P. King; P. Stokes; R. Fitz-Roy, Sketch of the Surveying Voyages of His Majesty’s Ships Adventure and Beagle, 1825-1836. The Journal of the Royal Geographical Society of London, 1 January 1836, Vol. 6, p.311
  7. S. Apollonio, The last of the Cape Horners: Firsthand accounts from the final days of the commercial tall ships (2000) p. xix
  8. A. Chapman, Fin de un mundo: Los Selk-nam de Tierra del Fuego (2002), p. 13
  9. M. Gusinde, Folk literature of the Yamana Indians: Martin Gusinde’s collection of Yamana narratives (1977)
  10. M. Gusinde, Op Cit.
  11. M. Gusinde, Op Cit.
  12. Como dice el poema de Raúl Zurita: “Oh sí manto mío de mis estrellas;/ la noche te habla antes de sucumbir/ al día, las grandes batallas perdidas,/ el pasto de los antiguos clanes y de las tribus
    remontando por nuestros cursos el corazón/ de los caminos del corazón y tus tocadas praderas.”