La fotografía de Leopoldo Pizarro Aste se desarrolla en el territorio del pueblo kawésqar, quienes han habitado por miles de años un vasto territorio de la Patagonia occidental, geografía dominada por los fiordos y canales australes aislados naturalmente de las conexiones urbanas. Esta obra fotográfica despliega los elementos del habitar kawésqar en el territorio, desde una mirada contemporánea y que tensiona los conceptos de tiempo, memoria y paisaje.
Hoy en día, los Kawésqar viven en la región austral del continente mayormente concentrados en las comunidades del sector de la bahía Jetarktétqal, conocida como la localidad de Puerto Edén. Se trata de un poblado que se levanta conectado entre pasarelas de madera, ubicado en la costa oriental de la Isla Wellington, y donde no existen carreteras, caminos, ni conexiones terrestres hacia el continente; la única forma de llegada es mediante la navegación, ya que ésta se ubica de manera aproximadamente equidistante entre las ciudades de Puerto Montt y Punta Arenas, como un punto de parada en esta enorme distancia de 2.000 kilómetros de canales y fiordos, alguna vez habitada en su gran extensión por miembros de este pueblo, hacia el sur del Golfo de Penas. Y por habitado quiero decir, navegado, pues ellos no habitaban de una forma urbana.
Hoy, el decrecimiento de su población, a causa de los efectos de la colonización de principios de siglo XX y la posterior imposición de un aparato administrativo del Estado-Nación chileno, ha reducido a la vez el número y la presencia de los Kawésqar en tan vasto territorio, lo que supone cada día más su posible desaparición cultural.
En este contexto, la serie En búsqueda de la mirada kawésqar de Leopoldo Pizarro, trata esta problemática desde el dispositivo fotográfico, en un ensayo que aborda la relación de la cultura kawésqar con su territorio y sus formas culturales, indisociablemente tramadas en él. En un formato de fotografía a primera vista documental, se retratan momentos y espacios del trayecto, del recorrer los canales: el momento de zarpar, la vista desde la proa de la embarcación, el horizonte, los rostros plácidos y orgullosos de Gabriela y Francisco, la luz de los canales, el horizonte, el desembarco.
Los Kawésqar han sido denominados por como el pueblo de los “Nómades del Mar”. Esta clasificación fue acuñada por el etnólogo francés Joseph Emperaire, después de realizar un viaje por los canales patagónicos entre los años 1945 y 1948, habiendo tomado como objeto de estudio al pueblo kawésqar (denominado por el científico como alakaluf) y evidenciando desde esta década su riesgo de desaparición. Una mirada al trabajo de Leopoldo Pizarro podría estar refrendando la anterior afirmación. Sin embargo, esta sería una mirada superficial. Una comprensión mayor del cuerpo de su obra fotográfica, justamente, descompone la clasificación dentro la relación del habitar nómade-sedentario. A partir de continuados viajes al sector y de recorrer los canales de a poco, el fotógrafo ha comenzado a relacionarse con los habitantes de Puerto Edén, y a ponerse en contacto con la forma de vida de aquellos navegantes del pueblo kawésqar que conservan aún una memoria del habitar del medio natural, pero que hoy se enfrentan a una dualidad: el de un modo de vida que se despliega por medio de la navegación del territorio, frente a la vida occidentalizada de Puerto Edén, villorrio que hace las veces de punto administrativo del territorio nacional.
Agua, mar, canal, fiordo
La frase “Nómades del Mar” es una frase que pretende caracterizar la forma de vida kawésqar, pero que, sin embargo, la reduce a una relación de errancia frente al territorio. Esta denominación propuesta por Emperaire tiende a cerrar la relación posible de este hombre con el territorio, al convocar el binomio nomadismo-sedentarismo como únicas dos formas posibles de clasificación del habitar , y que presupone una “primitiva” (al parecer indistinta y aleatoria) y otra civilizada (planificada, privatizada, al parecer, correcta). En este sentido, las fotografías del habitar kawésqar de Pizarro, vuelven a abrir esta relación del hombre-navegante con su lugar, para mostrar una riqueza inmemorial conducida mediante el trayecto marino y su relación de mundo con los elementos de su entorno.
El agua como medio presente y desbordante en el 70% del hemisferio sur tiene un protagonismo fundamental en la Patagonia Occidental, donde se desmiembra la tierra: el agua en ella fluye en mares, canales, brazos de mar, bahías, glaciares, elementos que se encuentran en constante transformación y ciclo. En las fotografías de Leopoldo Pizarro, se retrata este elemento fundamental, configurado como maritorio, un medio continuo que se mueve en un caudal constante, modelado por el viento, las nubes, las masas de agua y de verde, el horizonte. La representación de la navegación transporta al ojo fotográfico en una suerte de polizón que, desde su “ojo mágico”, experimenta las formas de habitar y de moverse de los cuerpos – embarcaciones en este flujo continuo y su relación con el borde, con el horizonte como piezas de un universo completo y que cuadro a cuadro el espectador recompone con un trayecto imaginario.
Navegación como estar/ser en el territorio
Por un momento los encuadres de las fotografías de Leopoldo Pizarro nos recuerdan a los derroteros, indicaciones usadas por los navegantes para registro y ubicación cuando han abierto nuevas rutas de descubrimiento y que, mediante su composición de mar, horizonte y otros elementos nos indican un camino. El derrotero europeo como tal, se relaciona con un trayecto realizado por vez primera, que tiene un fin práctico para orientar a futuros navegantes y que aporta información para la construcción de mapas; se trata así de un documento de conquista y de reconocimiento del territorio, como técnica utilizada para dimensionar, reconocer los recursos de esas tierras.
En contraste a lo mencionado, en la obra del fotógrafo aparece el horizonte y el encuadre como el registro de un momento preciso, recorrido innumerables veces, pero único en cada ocasión. Hay una obsesión por el registro de lo que se puede observar al momento de la navegación y en sus diferentes etapas y condiciones: el registro del mismo lugar de ida, de vuelta, desde diferente estados del mar y la luz; el momento de partir y el de llegar, como parte de un rito realizado en múltiples ocasiones y que convoca elementos inmateriales, así lo indica el autor:
Se vuelve un delirio permanente por trayectos múltiples, confrontando el partir y el volver, el archipiélago y el territorio continuo, málte (mar exterior) y jáutok (mar interior) la luz y la oscuridad, lo abstracto y lo concreto, el estar quieto y el moverse, el silencio y el ruido, jetarkte y la villa, lo difuso y lo nítido, la línea y el punto, el uso propio y ajeno del territorio, el presente y el pasado, el buscar junquillo y el hacer canastitos para vender, todo a la vez.1
Los registros, titulados con su toponimia kawésqar, se articulan en la pieza fotográfica como un gesto político de reapropiación y resistencia frente a un aparato administrativo del Estado impuesto al territorio y al habitar. Esta obsesión de la fotografía de los lugares ha sido guiada por Gabriela y Raúl, confidentes locales que junto a Francisco, han abierto la memoria presente del tiempo y el espacio kawésqar al lente de Pizarro. Como resultado, la obra fotográfica emerge como detentora de una cualidad inmemorial, que conecta al espectador con los elementos invisibles del territorio que allí se despliegan.
Es por ello que el conjunto de fotografías, tienden a constituir un no-mapa de las trayectorias kawésqar, porque no se encuentran basadas sobre la pretensión de una relación vertical y positivista. Por ende, en estas narraciones visuales, no cabe la necesidad de la articulación de estos puntos en un plano para dimensionar y clasificar; sino que al contrario; la imagen fotográfica se hace poseedora de las cualidades abstractas, casi sagradas del viaje kawésqar, desde donde emergen los elementos del kawesqar wæs, ese mismo que hoy, nosotros, llamamos “paisaje”.
Este transitar nunca se ha detenido, y continúa ocurriendo, es el recorrer de cada uno de los kawésqar, por su territorio y la felicidad que sienten al hacerlo – ato amhala – y por su ser kawésqar en plenitud – os amhala–2.