La proyección del futuro Centro Antártico Internacional, busca consolidar la ciudad de Punta Arenas como puerta de entrada al continente blanco. Los arquitectos Verónica Arcos, Alejandro Soffia y Pamela Domínguez elaboraron una de las propuestas presentadas al concurso, imaginando una arquitectura contemporánea y funcional, que entra en diálogo con las características del territorio por medio de un lenguaje arquitectónico contemporáneo.
Punta Arenas, en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, es la ciudad más austral del Chile continental. Llamada así por la voz “Punta Arenosa”, traducción de la denominación “Sandy Point” dada por navegantes ingleses al divisar sus costas, la ciudad fue una puerta de entrada a nuestro país, y que alguna vez dio la bienvenida a tantos viajeros; muchos de ellos, siguiendo los pasos de Hernando de Magallanes, hicieron del extremo sur del mundo su norte, y de Punta Arenas un paso obligado en su camino por adentrarse y descubrir el continente americano.
Su ubicación estratégica frente al Estrecho de Magallanes, uniendo los dos océanos Atlántico y Pacífico, le otorgó en su edad de oro, a principios del siglo XX, el apelativo de la “Perla del Estrecho”. Junto con este pasado histórico, Punta Arenas mira también hacia el futuro, buscando consolidarse como un nuevo polo de desarrollo científico para el país y el mundo; un punto de atracción que rectifique el rol de la ciudad como puerta de entrada y pasaje hacia la Antártica Occidental, el gran continente blanco que sigue abierto a la exploración y el descubrimiento científico de todas las naciones.
Planteado dentro de un plan de desarrollo nacional, el Centro Antártico Internacional será el edificio que encarne esa aspiración. Promovido por el Instituto Antártico Chileno (INACH), se trata de un espacio pensado para la investigación y el desarrollo de la ciencia antártica de excelencia, así como para las operaciones logísticas de cada expedición al fin del mundo; pero también para la difusión, la enseñanza y la puesta en valor del territorio austral, su clima, su biodiversidad y su historia, así como un lugar donde la comunidad magallánica pueda encontrarse en torno a las características de su propio territorio.
Desarrollar una arquitectura “distintiva e icónica” fue precisamente una de las principales exigencias del concurso para este Centro Antártico Internacional lanzado por la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas y que tuvo como ganadores a los arquitectos Alberto Moletto, Cristóbal Tirado, Sebastián Hernández y Danilo Lagos. El concurso promovió proyectar por y para el territorio, integrando las necesidades prácticas del encargo consistente en un centro interactivo, un área destinado para investigación científica, además de áreas logísticas y otros equipamientos. Un “iceberg a la deriva” fue el concepto central de la propuesta ganadora, que busca insertarse en armonía con el paisaje de la zona de la Punta Arenosa, donde justamente se situará la futura construcción.
Territorio, estructura, identidad: tres miradas para un diseño global
El nivel y la envergadura del concurso propuesto para el Centro Antártico Internacional llamó la atención de arquitectos y oficinas a lo largo de todo el país y el mundo. Los arquitectos Verónica Arcos (Universidad Central), Alejandro Soffia (Universidad Católica de Chile) y Pamela Domínguez (Universidad de Chile) son autores de una de las 54 propuestas presentadas tanto por arquitectos chilenos como extranjeros. La experiencia individual que los tres tenían y los diferentes conocimientos y especializaciones que han desarrollado a lo largo de su trabajo profesional, los llevó a abordar el encargo desde una perspectiva complementaria, que incorporaba visiones locales e identitarias a su propuesta.
Verónica Arcos y Pamela Domínguez son ambas originarias de Punta Arenas. Este vínculo ya las había unido en 2017, cuando participaron junto a otros colegas del concurso para el Terminal Internacional Portuario (TIP) de la misma ciudad austral; allí obtuvieron una mención honrosa con un proyecto que abordaba conceptos como la influencia del viento en la identidad paisajística del borde costero puntarenense.
Por su lado, Alejandro Soffia contaba con la experiencia en museografía lo que, sumado a su conocimiento y manejo desde las propuestas del ámbito estructural de un proyecto, consolidaba el equipo.
En este concurso, la primera vez que los tres trabajaban juntos, los arquitectos fundieron sus perspectivas profesionales frente a un proyecto de gran envergadura combinando lo contemporáneo con lo icónico, y que sería abordado de manera complementaria: Verónica aportando desde el diseño, Alejandro desde su manejo de las estructuras, y Pamela desde la conceptualización y la incorporación de la identidad local dentro del proyecto. 1
Un paisaje modelado para el proyecto arquitectónico
¿Cómo diseñar con y para el territorio? ¿Cómo imaginar arquitecturas que se integren su entorno, por muy remoto que éste sea? ¿Cómo incorporar las particularidades del paisaje y la adaptación a éste como parte de una arquitectura funcional, contemporánea y local?
Desde la libertad y la oportunidad que representan este tipo de encargos y las interrogantes que suponen, el equipo propuso una respuesta que incorporaba elementos propios del espacio y la ubicación dispuesta para el futuro Centro Antártico Internacional; el comportamiento de la luz solar en territorio austral, las vistas sobre el Estrecho de Magallanes, y el inclemente viento, rasgo fundamental del clima del fin del mundo, aparecían como ejes transversales del diseño y que determinarían la propuesta global que presentaron.
Se trataba precisamente, explica Verónica Arcos, de incorporar el paisaje asociado a la Región de Magallanes a una arquitectura que fuera tanto práctica como icónica, potenciado y entendido como una oportunidad: “el territorio jugó un rol facilitador en nuestra entrada al proyecto, por la escala y expresión que debía tener un edificio de esa envergadura, cruzado con las condiciones climáticas extremas. Sin duda, estas condicionantes permiten que el tipo de proyecto que propusimos fuera posible sólo en un lugar como Punta Arenas”, asegura.
De este vínculo particular con el territorio imaginado para la propuesta, señala la arquitecta, surgieron ideas considerando su identidad, la condición del paisaje magallánico, su clima extremo y su forma de adaptarse a él, condiciones que estuvieron en la base de su conceptualización y desarrollo.
La construcción vernácula como solución contemporánea.
La respuesta elaborada por el grupo de arquitectos se basó en el modelo del “treillage” o entramado, una suerte de piel externa al edificio, inspirada de los cortavientos de madera u otro material, usados comúnmente en la región de Magallanes. En la interfaz entre lo orgánico y lo técnico, esta solución, reelaborada de una manera contemporánea a través de la elección de materiales livianos como el polietileno, dibujaba una capa protectora otorgando al edificio una superficie reglada, pensada en función del viento predominante: más rugosa en la zonas donde golpea intenso, más plana en las orientaciones más calmas.
Se trataba de una fachada igualmente adaptable al dinamismo de los otros elementos en juego, potenciando el traspaso de la luz del sol y abriéndose hacia las perspectivas aportadas por el emplazamiento privilegiado del edificio sobre la Punta Arenosa: frente al mar y con Tierra del Fuego como horizonte.
En cuanto al amplio programa del encargo consistente en salas de exposiciones, auditorio, laboratorios científicos, oficinas administrativas y dependencias ligadas a la logística del centro, el proyecto se planteó como una serie de cuatro edificios modulares -de 34 x 34 m de planta, y 16 m de altura. De cuatro pisos cada uno, su fisonomía interna iría variando en función de los requerimientos de cada área. A este conjunto, los arquitectos agregaron tres otros módulos: la Plaza Eólica, el Bosque Antártico climatizado, y la zona del Varadero, que formaban parte del requerimiento original.
Los primeros dos módulos estaban pensados para albergar los espacios del Centro dispuestos para el público general, a modo de museo. En el primer módulo, una amplia sala oficiaría de gran espacio de exposiciones, pensada para albergar objetos de diverso tamaño y apreciable y recorrible a través de rampas.
En el segundo módulo, también como parte del museo y pensado para el público, se dispondría un relato sobre la Evolución; similar a la Grande Galerie de l’Évolution de París, este espacio central contaría con esqueletos de dinosaurios y otros animales, y estaría relacionado con una serie de salas laterales dispuestas para albergar exposiciones temporales, así como con una sala tipo “Planetario” de proyección semiesférica. Finalmente, los módulos tercero y cuarto estarían dispuesto para los recintos internos del Centro Antártico Internacional.
Arquitecturas pensadas, arquitecturas concretadas.
Actualmente, el Centro Antártico Internacional se encuentra todavía en etapa de desarrollo del diseño con el equipo ganador, y su construcción está inicialmente programada para 2019, con un presupuesto de $35 mil millones. “Es muy común que, a veces, estas grandes iniciativas queden sólo en un concurso de ideas”, señala Alejandro Soffia, quien ha visto cómo sus propios proyectos adjudicados han quedado suspendidos en el tiempo, sin llegar a construirse.
Su enorme magnitud y el costo económico asociado al futuro Centro Antártico Internacional, son elementos que podrían dificultar la ejecución definitiva del proyecto. “Es un proyecto muy grande, que va a construirse con fondos del Estado, y queda la duda de si este tipo de encargos, tan grande, es realmente necesario. Y no es una crítica a la propuesta ganadora, sino un profundo cuestionamiento a la dimensión del encargo en sí. Quizás algo un poco más pequeño, bien dimensionado, con los requerimientos establecidos pero más sencillo, hubiese sido diferente y más realista”, explica Alejandro.
Para Pamela Domínguez, la imponencia y el carácter distintivo imaginados para el futuro Centro se enmarcarían dentro de una importante estrategia geopolítica en torno al vínculo y la soberanía chilena en el continente blanco:
“Hay una gran aspiración de que Punta Arenas se convierta en la ciudad de entrada al territorio antártico, y así proyectar una ‘identidad antártica’. Hay una expectativa también de que este tipo de proyectos puedan influir, a nivel internacional, y mostrar cuán involucrados estamos en ese territorio. Creo que este tipo de proyectos son una oportunidad, y es una inversión como país a futuro, aunque habría que preguntarse por las dimensiones del encargo”, señala la arquitecta.
Dicho proyecto, se concretará en la medida en que esta aspiración siga siendo fundamental para el Estado chileno, como hito que posiciona la región de Magallanes como puerta de entrada a la Antártica así como al desarrollo científico nacional en el mundo; es aún, por cierto, un proyecto que ha de quedar en el ámbito de la imaginación hasta que se defina su destino final.