Rehabilitación de la Estancia San Gregorio: interfaz entre la pampa y el mar

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Fascinada con el extremo sur de Chile, la arquitecta Patricia Rodríguez Moneu quiso enfocar su proyecto de título de la Universidad Politécnica de Madrid en la rehabilitación de la estancia San Gregorio, la primera y más grande estancia magallánica de principios del siglo XX. Se trata de una propuesta que trabaja desde lo patrimonial, para proponer un diseño radical pero acorde a la inmensidad de la Patagonia chilena, donde la idea del horizonte, aportada por su relación con el Estrecho de Magallanes, es fundamental.

Entre el viento austral y a la inmensidad que aporta el horizonte del Estrecho de Magallanes, o entre “el cielo y el silencio”, como diría el escritor Nicolás Mihovilovic1, la pampa patagónica fue poco a poco habitada por chilenos y extranjeros, quienes se instalaron hace más de un siglo en la Región de Magallanes; allí construyeron su cotidiano a medida que arreaban ovejas y tomaban mate, formando una cultura rural propia que tomó vida en las conocidas estancias magallánicas como centros de actividad económica pero también de reproducción social local.

Espacios hoy en su mayoría abandonados después de la crisis de la industria ovejera en la primera mitad del siglo XX, estos galpones y antiguas casas patronales siguen irrumpiendo en esta amplitud, como modestos hitos en un territorio indómito e inmenso, inconmensurable a la simple vista humana. Se trata de un paisaje dramático que cautivó a la arquitecta española Patricia Rodríguez Moneu (Universidad Politécnica de Madrid), cuando aún era una estudiante de pregrado recorriendo el sur de Chile. La experiencia de ese viaje, así como la particularidad de este territorio que guardaba la memoria material de un pasado esplendoroso, la hicieron querer sumergirse en él, y pensar su proyecto de titulación como una forma de intervención y recuperación arquitectónica de estos vestigios tan importantes para la historia regional; su punto de partida sería entonces la insigne estancia San Gregorio, perteneciente hasta hoy a los herederos del latifundista español José Menéndez 2.

[Imagen 1: Grasería de la Estancia San Gregorio. Litografía de Díaz, Contardi y Cía. (1920), En: Memoria Chilena]

Tres momentos para un proyecto imaginado: arquitectura, paisaje y territorio

Aunque de vocación teórica, en tanto responde a un ejercicio académico, el proyecto de Patricia Rodríguez Moneu debía ser lo suficientemente acotado y anclado a un territorio particular, para permitir una adecuada formulación. Como parte de este proceso, ésta viajó y realizó un segundo terreno de observación en Magallanes; elaboró mapas; un estudio histórico; identificó naufragios y curvas de la profundidad del mar; y estudió sobre la fauna y la flora del lugar… lo que fuera necesario para entender el territorio austral, sus características y potencialidades, hasta concretar una propuesta potente donde se articularan arquitectura, paisaje y territorio.

[Imagen 2: lámina resumen del análisis territorial del proyecto. Cortesía de la autora]
El proyecto final, aquel que presentó en 2016, propone una reinterpretación de la arquitectura industrial asociada a las estancias magallánicas, en un nuevo conjunto pensado tanto para la actividad turística como para la investigación científica, anclado en las particularidades del territorio que ofrece la Patagonia y el Estrecho de Magallanes. Este último elemento tuvo un peso gravitante en la modelación del proyecto, desde un punto de vista práctico -el diseño final- pero también metodológico, y que marcó la elección de la estancia San Gregorio como ejemplo y representación de la propuesta arquitectónica.

Ubicada frente a la bahía del mismo nombre, la estancia San Gregorio fue la más importante de las estancias ganaderas de toda la Patagonia; ésta tenía una extensión total de 91.805 hectáreas y contaba con una amplia infraestructura industrial -grasería, invernadero, galpón de esquila, baño de lanares, herrería, bodegas-; servicios para los inquilinos y obreros -cocina, oficinas, casas, teatro-; hasta una estación de ferrocarril y un muelle propio, que permitía la embarcación y traslado directo de la producción aprovechando su ubicación privilegiada frente al Estrecho de Magallanes. La relevancia de esa conexión con el mar sitúa el proyecto en este lugar, marcando así el imaginario que se plasmaría a través de la investigación y la puesta en práctica de éste: “Cuando visité San Gregorio me encantó su emplazamiento frente al mar; está la inmensidad del paisaje y la estancia está ahí, frente a la nada. Y los dos edificios que hasta hoy se mantienen, que son estos dos galpones, con una arquitectura muy atractiva, de madera y por fuera las planchas de zinc que están súper oxidadas pero que le dan un color que resalta tanto en el paisaje… quise hacer algo allí, algo que rescate esta herencia industrial, con una intervención nueva que rescate lo antiguo; y así surgió la idea del proyecto: utilizar el mar como un elemento más”, señala Patricia.

[Imagen 3: Vestigios de la Estancia San Gregorio en 2016. Cortesía de la autora]

La irrupción del Estrecho: el “muelle invertido” como interfaz entre la pampa y el mar

Para diseñar su propuesta de rehabilitación y reinterpretación de un espacio industrial tan significativo, el proyecto propone un “gesto radical”; el diseño gira en torno a lo que la arquitecta llamó un “muelle invertido”: una modificación en el paisaje y que crea un nuevo borde costero que configura una entrada de mar hacia el interior de los galpones de la estancia San Gregorio. Se trata de un proyecto donde se distingue claramente lo nuevo de lo viejo, sin espacio a falsos históricos o imitaciones del pasado, y donde se incluyen incluso nuevos materiales, como maderas no locales y hormigón. En definitiva, los antiguos galpones son conservados pero reinterpretados, para contener esta nueva geografía, con la cual el mar se conducirá dentro de las estructuras existentes dando protagonismo a las embarcaciones y otras actividades marítimas y donde todo se articulará en torno a las aguas del Estrecho.


[Imagen 4 y 5: vistas del proyecto arquitectónico. Cortesía de la autora]

La propuesta se complementa con la rehabilitación de otros inmuebles secundarios de la estancia, que se disponen de forma secuencial a partir del muelle, en un recorrido horizontal al mar; así se forman un nuevo conjunto arquitectónico que “rehabilita las instalaciones de lo que en su día fue la mayor exportadora de lana de la Patagonia, y que alberga todos los servicios necesarios para disfrutar de la experiencia magallánica”, según consta en la memoria del proyecto.

Intervenir el galpón, mantener el horizonte

Esta propuesta, de origen rupturista en cuanto a los términos de conservación de monumentos nacionales, o incluso “agresiva” como lo define la propia autora, se enmarca en una visión respetuosa del paisaje de la Patagonia en relación a los imaginarios asociados a este territorio. La horizontalidad, por ejemplo, fue un concepto fundamental en todo el proceso de elaboración, a modo de no perder la armonía con el entorno natural de la pampa y el Estrecho, representando a su vez ciertos aspectos territoriales que le son propios: “Algo que me interesó de esta zona, es que la cordillera ya no está; en todo el recorrido entre Punta Arenas y San Gregorio, tú te sientes como en un paisaje gigante pero que es súper horizontal: por un lado el mar y por el otro lado los cerros pero muy bajitos. Desarrollando el proyecto, era evidente que había que respetar ese nivel de altura, ese paisaje. Y eso se relaciona mucho con la perspectiva marítima, de cuando uno navega en el mar, que es otro punto de vista, de frente, y donde lo horizontal es fundamental”.

Así, el mar y la presencia del Estrecho de Magallanes influían nuevamente en el proyecto, potenciando su imaginario: “El mar era un componente súper importante, me daba más posibilidades de propuesta, pero también lo hacía un atractivo, tratando de hacer confluir una experiencia pensada para los viajeros, por ejemplo, la experiencia del viaje, y la posibilidad de la investigación, para residencias de investigadores, aprovechando todo lo que puede proporcionar ese emplazamiento privilegiado frente al Estrecho”, señala hoy la arquitecta.

[Imagen 6: vistas del proyecto arquitectónico. Cortesía de la autora]
Otro elemento importante fue la idea de la rehabilitación arquitectónica y su conjugación con el pasado histórico de San Gregorio, pieza fundamental en el desarrollo de la Región Magallánica en el siglo XIX y XX. Ese costado patrimonial fue utilizado buscando dar un nuevo uso a un espacio de alto valor histórico y social, pero sin las limitaciones que impone la nostalgia: “este es un proyecto de intervención del patrimonio, que lo considera como algo crucial pero que no lo deja intocado ni prístino; aquí siempre debía primar la arquitectura original pero donde la intervención actual quedara clara”, destaca; el proyecto fue pensado para nuevos usos del espacio industrial, siempre desde el presente, pensando incluso en desafíos o expectativas futuras.

Al respecto, el proyecto propone una mirada clara, que valora la posibilidad de que estos hitos arquitectónicos de las estancias magallánicas, puedan ir adquiriendo nuevos usos que contribuyan a la economía de la región, al mismo tiempo en que pongan en valor su costado patrimonial: “cuando les comenté a mis amigos chilenos lo que iba a hacer en mi proyecto, nadie sabía qué es lo que eran las estancias magallánicas. Sabían sí que se exportaba lana de la Patagonia, pero así nada más. Pensé que sería súper interesante que llegara alguien en algún momento, ya fuera el Estado o algún privado, y pusiera en valor estos sitios, cuya importancia no está quizás tan relacionada con la arquitectura, pero sí con la historia, con lo que fue, y lo que se podría recuperar para mostrar su rol en el desarrollo de Chile”.

Actualmente, la estancia San Gregorio se encuentra protegida por la Ley de Monumentos Nacionales, habiendo sido declarada Zona Típica el año 2000; se trata de una categoría que otorga una cierta protección a la estancia, pero que no asegura ni la mantención ni la restauración de sus edificios, algo que se hace cada vez más urgente si se piensa que estos están sin uso desde hace más de 50 años. De esta forma, proyectos como el de Patricia Rodríguez Moneu, que imaginan y dibujan nuevas miradas, usos y formas de rehabilitación para este tipo de patrimonio regional, parecen fundamentales; son reflexiones que nos invitan a pensar cómo podemos conservar y reactivar, desde las necesidades y posibilidades del presente, un espacio de tanto valor histórico y social, aquel donde se formó en parte el espíritu de la pampa magallánica.

[Imagen 7: vista externa del proyecto arquitectónico. Cortesía de la autora]
  1. N. Mihovilovic, Entre el cielo y el silencio, Editorial Pineda (1974)
  2. José Menéndez fue uno de los empresarios, terratenientes y colonos decimonónicos más importantes de Magallanes. En la actualidad, su figura ha sido sujeto de controversia gracias a investigaciones históricas recientes, que lo vinculan al reparto de tierras y al genocidio de los pueblos originarios de la Patagonia, acción promovida por el Estado chileno. Para más, ver: J.L. Alonso Marchante, Menéndez, rey de la Patagonia, Editorial Catalonia (2014)